Últimamente se habla mucho de la
problemática del estado físico de niños y adolescentes, relacionándolo
con su salud, con el aumento de la obesidad, debido a la comida basura,
al sedentarismo que originan los ordenadores, los videojuegos, la
televisión etc. Pero apenas se habla de otras problemáticas que van más
allá y que, la psicóloga y orientadora, Eugenia Giménez Gallegos, denomina sobrepeso emocional, a saber:
- Chicos y chicas que asumen desde pequeños todas las responsabilidades, hiperventilando con una crisis de ansiedad que termina en urgencias.
- Estudiantes desatentos en clase porque su mente está en casa, en lo que allí sucede, y se remueven inquietos en el pupitre.
- Adolescentes implicados en la conflictividad conyugal, o bien "colchón" mediando entre los padres, o "escindidos" sin poder nombrar a uno de sus padres delante del otro o bien "edredón" arropando a una de las partes a a la que consideran víctima.
- Jóvenes en muchos casos cuidadores emocionales de sus propios padres, pequeños adultos convertidos en padres de sus padres.
- Niños y niñas sobreexpuestos al mundo adulto.
- Pequeños confidentes inundados con cuestiones que deberían ser del ámbito exclusivo de los padres.
- Menores en definitiva, que sufren desde corta edad.
Es duro comprobar cómo aumentan los casos infantiles y de adolescentes con problemas de
adultos. Vivimos tiempos difíciles en los que es imprescindible (como
siempre se reclama) una colaboración entre familia y escuela y trabajar
la educación emocional desde los propios centros.
Afortunadamente, ya hay algunos institutos en los que esta asignatura
pendiente se está haciendo realidad, como es el caso del trabajo, con
alumnos, profesores y familias, de otro orientador, Antonio Sánchez Román, desde el Aula de Educación Emocional del IES Asta Regia de Jerez de la Frontera; es una práctica reseñada hace también unos días en Cuadernos de Pedagogía ("¿Dónde situamos las emociones?", Febrero de 2014)
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